«Cada vez que un personaje de novela escribe un libro sabemos que, al menos, pasarán cosas. Sin embargo, por mucho que ame el líquido elemento, el propio Limónov no es agua potable. Apóstol del nacional-bolchevismo, logra condensar dos barbaridades en una. Es fanfarrón, amoral, megalómano, egocéntrico, falocrático. ¿Por qué disfruto tanto al leerlo? ¿Será que me vuelvo yo también un fascista estalinista? (Aquí la suave emoción de la revuelta cruza mi sala de estar burguesa). Carrère lo vio antes que nadie: Limónov ama la revolución porque es un romántico. Al igual que Céline, está equivocado políticamente, pero literariamente tiene razón». Frédéric Beigbeder.