
Para las democracias liberales que han controlado efectivamente el mundo desde 1945, Otto Strasser representa algo así como un tabú. De un lado fue, desde luego, un enemigo decidido de Adolf Hitler y pasó más de cuarenta años de su vida atacando la personalidad del hombre que antaño creyó que podría salvar a Alemania de caer en el olvido. Pero el hecho de que el mismo Otto fuera miembro del NSDAP, aunque por un breve periodo de tiempo, significa que su carácter estará inevitablemente sometido a ataques por ese simple hecho.