«Nadie en su sano juicio debería dudar de que en los fascismos se intentó una síntesis de lo nacionalista y lo socialista, con una orientación revolucionaria y bajo una forma autoritaria. Seguir diciendo que el fascismo fue una ideología de, para y por la burguesía es tan ridículo como afirmar que es el Sol el que se mueve en torno a la Tierra… Pero aún se sigue afirmando. Por eso, el trabajo de Erik Norling que tengo el placer de prologar es realmente importante. Rompe una barrera, quiebra un tabú, abre una nueva perspectiva, genera nuevos debates.
No es, claro está, el único ni el primer libro que parte de nuevos presupuestos. Singularmente importante me parece, por ejemplo, señalar la aparición en castellano de un texto como el del profesor norteamericano A. James Gregor, Los Rostros de Jano. Marxismo y Fascismo en el siglo XX (Biblioteca Nueva, Universidad de Valencia, Madrid-Valencia, 2002).
Más limitado en su área de estudio, Erik Norling se propone mostrarnos una faceta del nacionalsocialismo alemán especialmente oculta: la de sus corrientes más izquierdistas. El nazismo alemán, como tantos otros fenómenos del período de entreguerras en Europa, intentó una fusión de elementos nacionalistas y socialistas. Como toda mezcla, ésta fue inestable y pudo dar lugar a muchas plasmaciones concretas: en unas dominan los componentes nacionalistas, en otras los socialistas.
Por otra parte, y contrariamente a lo que ocurre desde una óptica marxista, para la cual el devenir histórico tiene el carácter de inevitable, debe discurrir por unos caminos señalados, la realidad es que la historia fluye de una manera mucho más libre. Es cierto que en el nazismo, pese a su fuerte componente socialista, los elementos nacionalistas acabaron siendo los hegemónicos. Pero podía haber ocurrido de otra forma a como en realidad sucedió. No hay nada inevitable en la historia, que no está escrita y se nos va desvelando en su acontecer. Las cosas ocurrieron de una forma, pero podían haber ocurrido de otra muy distinta».